viernes, 24 de abril de 2009

LOS DONES ESPIRITUALES

1. ¿QUÉ ES UN DON ESPIRITUAL?

Es un atributo especial que el Espíritu Santo da a cada miembro del cuerpo de Cristo, según la gracia de Dios, para usarlo dentro del contexto de su Cuerpo. La palabra “don espiritual” proviene de dos palabras griegas: “χαρισμα πνευματικϖν” (carisma [pneumaticon], Romanos 1.11). “Carisma” proviene de otra palabra griega: ″καρις″, (caris) que significa “gracia”. Un don espiritual, por tanto, es un regalo que Dios da a sus hijos, según el Espíritu Santo quiere y reparte (1ª Corintios 12.11; 1ª Pedro 4.10).

2. ¿CUÁL ES EL PROPÓSITO DE LOS DONES ESPIRITUALES? (Efesios 4.12)

A) PERFECCIONAR A LOS SANTOS (v. 12a)
a) Perfeccionar = καταρτισμος (catartimós) = equipar.
b) Ministerio = διακονιας (diaconías) = servicio.
La idea es que Cristo ha constituido en la iglesia diferentes ministerios para equipar a los cristianos para un trabajo, cuyo objetivo es edificar el cuerpo de Cristo.

B) EDIFICAR EL CUERPO DE CRISTO (v. 12b)
a) Edificar = οικοδομην (oikódomen) = es el progreso que se ve al levantar un edificio.
Es importante la edificación, ya que Pablo la menciona varias veces (Romanos 14.19; 15.2; 1ª Corintios 14.3, 12, 26)


C) EL TERCER PROPÓSITO SE DIVIDE EN TRES PARTES (v. 13)
a) Llegar a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios (Filipenses 3.8, 10; Colosenses 2.2-3)
b) Llegar a la estatura de un varón perfecto (“τελειος” [teléios] = maduro)
c) Llegar a la estatura de la plenitud de Cristo (Romanos 8.29; Gálatas 2.20; 4.19)

3. ¿CUÁLES SON LOS DONES ESPIRITUALES?

A) Romanos 12.6-8, 13 menciona los siguientes:
a) Profecía b) Exhortación c) Misericordia d) Servicio
e) Dar (repartir) f) Hospitalidad g) Enseñanza h) Liderazgo (presidir)

B) 1ª Corintios 12.8-10, 28 añade (no repito los de Romanos):
a) Sabiduría b) Lenguas c) Conocimiento (ciencia) d) Interpretación de lenguas
e) Fe f) Apóstol g) Sanidades h) Ayuda
i) Milagros j) Administración k) Discernimiento de espíritus

C) Efesios 4.11 agrega (no repito los anteriores):
a) Evangelista b) Pastor

4. DEFINICIÓN, EXPLICACIÓN Y EJEMPLOS DE LOS DONES ESPIRITUALES

A) PALABRA DE SABIDURIA: (λογος σοϕιας = logos sofías)

Es la capacidad para saber cómo manejar una situación dada. La persona que tiene el don de sabiduría, sabe cómo llegar al fondo de un problema rápidamente. Ejemplo: Hechos 6.2-4; 15.19-21; 1ª Reyes 3.16-28

B) PALABRA DE CONOCIMIENTO: (λογος γνωσεος = logos gnóseos)

Tener conocimiento (ciencia) es percibir, comprender las cosas. Es un don que trae iluminación sobrenatural. El conocimiento comprende discernimiento. Por medio del don de ciencia (conocimiento) se adquiere la información, el descubrimiento de la verdad. Ejemplos: Hechos 5.1-11; Juan 4.16-19; 2ª Reyes 5.15-16, 19-27; 2ª Samuel 12.1-4

C) FE: (πιστις = pístis)

La fe, como un don, es diferente a la fe que salva y a la fe que es fruto del Espíritu Santo. Es la facultad especial de confiar en Dios, aún en circunstancias cuando todo parece estar en contra de uno. Ejemplos: 1ª Reyes 18.30-46; Hebreos 11

D) DONES DE SANIDADES: (χαρισματα ιαματων = carísmata jiámaton)

Es la capacidad que Dios da para servir como intermediarios humanos, a través de los cuales, Él se complace en curar la enfermedad y restaurar la salud, aparte del uso de los medios naturales. En el griego, como en la traducción al español, “dones de sanidades” está en plural, por eso algunos consideran que esto significa que existe una variedad de formas de este don. Por ejemplo: Felipe sanaba cojos y paralíticos (Hechos 8.7). La persona con el don de sanidad no puede manipular a Dios. No tiene el poder de vaciar los hospitales, a menos que Dios decida hacerlo por medio de ellos. A veces la enfermedad es parte del plan de Dios y Él la permite (2ª Corintios 12.7-9; 1ª Timoteo 5.23; 2ª Timoteo 4.20; Hechos 19.11-12). Si no hay fe, la curación no ocurre (Mateo 17.14-20)

E) HACER MILAGROS: (ποιϖν δυναμις = poión dúnamis)

“Milagros” es el plural de la palabra “poder”. Significa: “Hecho de poder grandioso, sobrenatural, que van más allá de lo que un hombre puede hacer”. Es la suspensión sobrenatural de una ley natural. Ejemplos: Josué 10.12-14; 2ª Reyes 6.1-7; Hechos 8.39; 9.40; 13.9-11; 16.16-18; 28.3-5.

F) PROFECÍA: (πρϕητης = profetés)

Como la palabra “profecía” se usa hoy, generalmente, para señalar la predicción del futuro, es difícil para algunos comprender que el uso bíblico de la palabra incluye el presente también. Profeta es “el que habla en lugar de otro, el que declara”. En el NT se habla de un profeta llamado Agabo (Hechos 11.27-28; 21.10-11). La Biblia enseña que el profeta:
a) Habla para los incrédulos (1ª Corintios 14.24-25)
b) Habla para los creyentes (1ª Corintios 14.22)

El propósito de este don está descrito en 1ª Corintios 14.3-4

G) DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS: (διακρισεις = diakríseis)

Es la capacidad que Dios da para saber con certeza si ciertas clases de conducta (que se dicen ser procedentes de Dios) son en realidad divinas, humanas o satánicas. Puede operar en varios niveles:
a) Es la habilidad de conocer que actos que parecen buenos, son en realidad la obra de Satanás.
b) Es discernir cuándo una persona hace algo por motivos piadosos o carnales (*)
c) Es la habilidad sobrenatural de distinguir la verdad del error, aún cuando los motivos parecen rectos (*)

(*) Estos dos últimos implican una especie de juicio muy delicado y deben ir acompañados de una medida extra del fruto del Espíritu Santo si han de ser de ayuda para el cuerpo (Gálatas 6:1). La palabra griega “diakríseis” significa “juzgar a través de”. Este don sigue al de profecía y algunos creen que es usado para saber cuándo es verdadero el profeta.

A la luz de pasajes como 1ª Juan 4.1; 1ª Timoteo 4.1; 1ª Tesalonicenses 5.20-21; vemos la necesidad de este don para desenmascarar al falso profeta y combatir sus enseñanzas (Hechos 5.3; 8.20-23; 13.8-12; 16.16-18)

H) DIVERSOS GÉNEROS DE LENGUAS: (γλωσας = glosas)

Es la capacidad especial dada por Dios a CIERTOS MIEMBROS del cuerpo de Cristo para:
a) Hablar un idioma que nunca han aprendido.
b) Recibir y comunicar un mensaje inmediato de Dios a su pueblo, por medio de una declaración divinamente ungida, en un lenguaje que nunca han aprendido.

La primera variedad del don de lenguas la denominan los estudiosos “lenguas privadas”. Éstas NO tienen interpretación y NO DEBEN SER USADAS EN LA IGLESIA (1ª Corintios 14.28).

La segunda variedad la denominan “lenguas públicas” y se pueden ejercer en la iglesia SI HAY UN INTÉRPRETE (1ª Corintios 14.28). Algunos creen que TODOS deben hablar en leguas, pero el apóstol Pablo escribió en 1ª Corintios 12.28-30: “… ¿hablan todos lenguas?...”.

I) INTERPRETACIÓN DE LENGUAS: (ερμηνευω γλωσας = jermeneúo glósas)

J) APÓSTOL (misionero): (αποστολος = apóstolos)

El “apóstol” es uno que ha sido comisionado o “enviado” con una misión específica. Su ministerio consiste en trabajos misioneros. Necesitamos “apóstoles” que abran campos nuevos y funden iglesias donde no las haya; porque esa era la misión de los antiguos apóstoles; por ejemplo: Hechos 14.14-26; Romanos 16.7; 1ª Corintios 15.5-9; 2ª Corintios 8.23; Filipenses 2.25). La Biblia nos enseña que también hay “falsos apóstoles” (2ª Corintios 11.13; Apocalipsis 2.2).

K) MAESTROS (enseñanza): (διδασκαλος = didáskalos)

Es la capacidad especial que Dios da a ciertos miembros del cuerpo de Cristo para comunicar información, de tal manera que otros aprendan. La enseñanza implica una ocupación regular y tiempo dedicado al estudio y a la preparación. Ser maestro es una gran responsabilidad (Santiago 3.1). Algunos ejemplos: Hechos 13.1; 15.35; 18.26; Colosenses 3.15; 2ª Timoteo 2.2. La Biblia nos enseña también que hay “falsos maestros” (Mateo 15.14; 2ª Pedro 2.1-3).

L) AYUDA (αντιλημψεις (antilémpseis) = agarrar por el otro lado)

Es el don que capacita a los cristianos para prestar ayuda a cualquier persona que lo necesite. El uso de este don posibilita que miles de cristianos colaboren en la promoción del Reino de Dios, en tareas como: aconsejar, orar, manejar la parte administrativa de la iglesia, testificar, etc. Puede significar: prepararle el alimento a un vecino enfermo o compartir lo que tenemos con alguien que lo necesite. El plural indica una variedad de acciones de ayuda; ejemplo: Hechos 6.1-7; 20.35; Filipenses 2.25.

M) LOS QUE ADMINISTRAN: (κυβερνησεις = kubernéseis)

Es la capacidad que Dios da para entender claramente los objetivos de la iglesia, diseñar y ejecutar planes específicos para alcanzar esos objetivos. La palabra griega “kuberneseis” se aplicaba al que guiaba la embarcación (el timonel) y la hacía llegar a su destino sin problemas. Se puede traducir también como “gobernar” o “presidir” (1ª Tesalonicenses 5.12; 1ª Timoteo 3.4-5, 12; 5.17).


N) EVANGELISTAS: (ευαγγελλιον (evangélion = anunciar buenas nuevas)

Un evangelista es un cristiano que está dirigido y capacitado por el Espíritu Santo, para darse continuamente a la proclamación pública y/o personal del evangelio, con el fin de que la gente entregue su vida a Jesús (Hechos 11.20-21; 21.8; 2ª Timoteo 4.5). La Biblia dice también que cada cristiano es un testigo, tenga o no el don de evangelista. (Hechos 1.8; Mateo 28.19-20; Marcos 16.15).

O) PASTORES: (ποιμηνης = poiménes)

Es la habilidad especial que Dios da para asumir la responsabilidad personal de un grupo de creyentes para su bienestar espiritual. El pastor es la persona responsable de:
a) Alimentar (Juan 10.9; 1ª Corintios 3.2)
b) Dirigir (Salmos 23.3b; Juan 10.3-4)
c) Proteger (Salmos 23.4; Juan 10.11-15)
d) Restaurar (Salmos 23.3a; Ezequiel 34.4)

P) DAR: (μεταδιδους = metadídus)

Es la capacidad que Dios concede a algunos cristianos para contribuir, con liberalidad y alegría, con sus recursos materiales para la obra de Dios. No hay duda que todo cristiano tiene que dar parte de sus ingresos a Dios. De acuerdo con la Biblia, cada persona debe establecer sus planes para las ofrendas, y darlas con alegría (1ª Corintios 16.2; 2ª Corintios 9.7). Los nuevos convertidos deben aprender a dar al ir creciendo en la fe.

¿Cuánto deben dar los creyentes? Al leer la Biblia, llegamos a la conclusión de que el diezmo es el mínimo que debemos dar (Levítico 27.30-31). La palabra “diezmo”, en el hebreo es “ma’esar” y significa “desde diez”; en el griego la palabra es “αποδεδοκα” (apodédoka) y también significa “desde diez”. Es interesante destacar que la raíz “diezmo”, en hebreo, proviene de otras dos palabras “ma’as” y “asar”, que significan “hacerse rico”; y esto concuerda con las palabras de Jesús en Mateo 6.19-20.

El que da menos del 10%, está jugando con una forma de estafa. Y no podemos engañar a Dios (Malaquías 3.8-10; Gálatas 6.7; Lucas 6.38; 2ª Corintios 9.6). Los cristianos que tienen el don de dar no se preguntan “¿cuánto podré darle al Señor?”, sino “¿con cuánto de lo que Dios me ha dado me voy a quedar?”. Pablo menciona a los cristianos de Macedonia que dieron a pesar de su profunda pobreza (2ª Corintios 8.1-5). Ejemplos: Hechos 4.34-37; 2ª Corintios 9.8; Efesios 4.28; Marcos 12.41-44.

Q) SERVICIO: (διακονιας [diaconías] = ministerios)

Esta palabra tiene el sentido de “función”, “oficio”, “servicio”. Aquí entran los dones llamados “ministeriales”, tales como: apóstol, profeta, evangelista, pastor y maestro, que se mencionan en Efesios 4.11. Algunos ejemplos son: Hechos 1.17; 20.24; 21.19; 1ª Timoteo 1.12.

El don de ayuda va dirigido más específicamente a una persona, pero el don de servicio hacia un grupo (aquí radica la diferencia entre estos dos dones).

R) EXHORTACIÓN: (παρακλεσις)

La palabra significa “uno llamado al lado para ayudar”. Es la capacidad especial que Dios ha dado a algunos para que ministren palabras de confortación, consuelo, ánimo y consejo a otros miembros del cuerpo de Cristo, con el propósito de ayudarlos. Este don se puede manifestar de dos maneras:
a) Por medio de la predicación o la enseñanza.

b) Persona a persona.

El ejemplo más destacado es el de Bernabé (Hechos 4.36). Hasta su nombre nos describe su carácter (Bernabé = “hijo de consolación”). La Biblia también nos enseña que tenemos el deber de cuidarnos los unos a los otros (Hebreos 3.13; 10.25).

S) HACER MISERICORDIA: (ελεειν = eleéin) – “compadecerse de otro”

Aparece en Romanos 12.8. Es la traducción del verbo griego “eleein”, que se puede traducir como: “compadecerse de otro”, “socorrer a uno que está afligido o que busca ayuda”, “mostrar bondad”. Como cristianos tenemos la obligación de ser misericordiosos y hacer el bien a todos (Mateo 18.33; 25.41-45; Gálatas 6.10; Lucas 10.29-37; Hebreos 13.3).

T) HOSPITALIDAD: (ϕιλοξενοι = filoxénoi)

Aparece en 1ª Pedro 4.9. La palabra griega “filoxénoi” está compuesta de dos palabras: “filos” = amor y “xenos” = extraños. “Hospedar” significa “amar a los extraños”. Es la capacidad especial que Dios da a algunos creyentes para proveer casa abierta y cariñosa bienvenida a aquellos que necesitan comida y alojamiento, movidos por el amor (Hechos 21.16; 3ª Juan 5-8; Romanos 12.13). “Algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (Hebreos 13.2).

5. ¿CÓMO RECONOCER NUESTROS DONES ESPIRITUALES?

No hay ningún capítulo en la Biblia que trate sobre cómo descubrir los dones espirituales. Sin embargo, enumeramos cuatro requisitos que deben caracterizar su vida; si uno de ellos es puesto de lado, será imposible descubrir sus dones:
a) Debe ser cristiano, porque los dones espirituales son dados solamente a los miembros del cuerpo de Cristo.
b) Debe creer que existen los dones espirituales, porque Dios nos ha dado por lo menos un don espiritual (2ª Timoteo 1.6).
c) Debe estar dispuesto a trabajar, a usar el don que Dios nos haya dado para la gloria y honra de su nombre.
d) Debemos orar antes, durante y después del proceso de los pasos para descubrir sus dones tiene que orar (Santiago 1.5). Pida al Señor su dirección a lo largo de los pasos que vamos a enumerar. El Señor quiere que usted descubra sus dones y, sin duda, le dará toda la ayuda que necesite.

Cumplidos estos prerrequisitos, estamos listos para enumerar los pasos para descubrir sus dones espirituales:

A) CONOCER SOBRE LOS DONES: Hay cinco formas para realizar este primer paso:
a) Estudie la Biblia para conocer los dones y los ejemplos que haya de cómo se manifiestan.
b) Aprenda cuál es la posición de su iglesia en cuanto a los dones.
c) Lea todo lo que pueda sobre los dones espirituales.
d) Converse con personas que tengan dones y lo hayan descubierto.
e) Hable (o testifique) de cómo está usando sus dones, con el fin de estimular a otros a descubrirlos y usarlos también.

B) EXPERIMENTE CON LOS QUE CREE TENER

Por ejemplo, usted no sabrá nunca que tiene talento para escribir poesía si nunca lo intenta. Hay dones que no se prestan a experimentos, el de martirio o exorcismo, pero no es así con la mayoría. Puede comenzar mirando las necesidades a su alrededor y vea si puede hacer algo sobre ellas. Esté disponible para cualquier tarea que se le pueda pedir (y hágala bajo oración). Si se da cuenta que no tiene algún don táchelo de su lista.

C) EXAMINE SUS SENTIMIENTOS

Dios entiende nuestros sentimientos perfectamente. Él sabe que si nos gusta una tarea que estamos haciendo, la haremos mejor que si no nos gustara. Así que parte del plan de Dios es darnos un don espiritual que haga juego con nuestros sentimientos, de tal manera que, al usarlos, disfrutemos. Es por eso que Dios se reserva el asignarnos los dones (Romanos 12.3; 1ª Corintios 12.11; 1ª Pedro 4.10). Lo normal es que el cristiano se sienta bien en el trabajo que hace, porque ha descubierto que es el don espiritual que Dios le ha dado.

D) EVALUE SU EFICACIA

Como los dones tienen un propósito, es adecuado esperar que den resultado. Si usted experimenta con un don y encuentra que lo que espera no sucede, es probable que haya descubierto uno de los dones que Dios no le ha dado. Cuando los verdaderos dones están operando, lo que debe suceder sucede.

E) ESPERE LA CONFIRMACIÓN DEL CUERPO

Este es el paso 5 en orden, pero en muchos aspectos es el más importante de todos. Si usted cree que tiene un don espiritual y está tratando de ejercerlo, pero nadie en su iglesia cree que lo tiene, probablemente no lo tiene. Si usted está experimentando con aconsejar y después de cierto tiempo se da cuenta que nadie le busca para que le aconseje, tiene buenas razones para dudar de que posea este don espiritual.

Los dones son dados para ser usados en el contexto del cuerpo. Es necesario, pues, que otros miembros del cuerpo digan la palabra final para confirmar su don.

miércoles, 8 de abril de 2009

¿MI PASTOR Y YO AMIGOS? ¡CLARO QUE SI!

¿Por qué será que muchos pastores, las personas que más respetamos y admiramos, viven vidas solitarias? ¿Y por qué muchos líderes laicos se sienten frustrados en sus intentos de entablar una amistad con su pastor?

Por un lado, existe una tendencia en cada congregación a canonizar al pastor como lo hacen los católicos con aquellos que ya han pasado a mejor vida. Pocas veces discutimos sobre política, o nos quejamos acerca de las escuelas, o le pedimos que arregle nuestra cerca, ni siquiera le contamos nuestros chistes favoritos ya que tenemos la noción de que estos temas (y nuestros intereses) están por debajo de los de él.

Por el otro lado, en muchas congregaciones el pastor es el blanco de todas las críticas. Si el sermón es demasiado largo o si hay demasiados cantos nuevos, si la denominación es demasiado liberal o si no hay suficiente lugar para estacionar los automóviles, el pastor es a quien se le critica.

¿Qué es un amigo?

Todos reconocemos que nuestros pastores necesitan personas que los acepten y los disfruten como ellos son en realidad, sin temor o arrogancia, en otras palabras, como amigos. Y a la mayoría de nosotros nos gustaría ser amigos de nuestro pastor. Pero, ¿qué significa exactamente ser un amigo?

En una obra maravillosa titulada “Los cuatro amores”, C.S. Lewis escribe: “La amistad emerge de la mera compañía cuando dos o más personas descubren que tienen algo en común, un interés o incluso algún gusto que no comparten con otros. Hasta ese momento, cada uno creyó que ese interés (o carga) le pertenecía solo a él”.

Si Lewis está en lo correcto, realmente no hay nada que podamos hacer para convertirnos en amigos cercanos de alguien. O compartiremos un interés común y una visión común del mundo, o no lo haremos. Sin embargo, podemos escoger ser amigos de nuestro pastor.

Durante los últimos siete años he disfrutado de convertirme en un buen amigo de mi pastor. Nuestra relación se ha desarrollado exclusivamente a través de la iglesia; como resultado, me he relacionado con él en forma distinta a como lo he hecho con otras personas. En este tiempo, he desarrollado, inconscientemente, algunas “reglas” a la hora de ser amigo de mi pastor.

Regla Nº 1: Mantenga la confidencialidad

No le cuento a nadie lo que el pastor ha compartido conmigo. A menos que estemos dispuestos a mantener en privado las opiniones expresadas por nuestro pastor, no podemos ser buenos amigos. ¿Por qué? Un amigo es primero que todo alguien con quien podemos hablar. Si nuestros pastores no pueden estar seguros de que mantendremos la confidencialidad, no se sentirán seguros hablando con nosotros.

Mantener la confidencialidad es parte de lo que dice Dietrich Bonhoeffer en su clásica obra “Vida juntos”, cuando habla del “ministerio de preservar la reputación de otra persona”. Si ha disfrutado de una conversación privada con su pastor acerca de un determinado tema, usted sabrá más de lo que él desea hacer público. Usted sencillamente no puede usar esa información en conversaciones con otras personas.

Claramente, hay un componente de sacrificio en esto. Paso un tiempo difícil en no compartir con los demás lo que discuto con mi pastor. La mayor parte del tiempo, dicho conocimiento es de cosas cotidianas, que no se diferencian de lo que hablamos con otra persona. Pero dentro de la iglesia, como cualquier otro grupo, la información interna (sin importar que tan trivial sea) es emocionante. Presenta la oportunidad de elevar la imagen de uno ante los ojos de los demás. Dicha imagen, no obstante, es a expensas de la amistad. La única forma que he encontrado para resistir la tentación es obligarme a no hablar ni siquiera de la existencia de muchas conversaciones.

Regla Nº 2: Evite la confrontación pública

Hago todo lo posible para no criticar a mi pastor en frente de otras personas. La habilidad del pastor para funcionar depende más que todo del respeto que infunde en la congregación. Cualquier cosa que haga para disminuir ese respeto afecta la eficacia en su ministerio. Consecuentemente, trato de evitar discutir con él públicamente. Esto es algo que no siempre he hecho bien.

Al criticar públicamente a mi amigo y pastor, o al menos el trabajo que hacía, rompí mi propia regla: mis observaciones eran públicas y no privadas. Si no hubiera dicho nada, la discusión simplemente hubiera terminado más temprano y hubiéramos podido pasar más tiempo en un tema más edificante.

Ese lamentable error renovó mi compromiso a la hora de presentar, en forma privada, ideas y preocupaciones, particularmente si pienso que mi pastor se dirige por el camino equivocado. En privado, hay más posibilidad de que cambie su manera de pensar sin que parezca que sucumbe ante la presión.

Si no soy capaz de comunicar mi preocupación cara a cara (el método preferido), entonces escribo una carta. Escribir es una buena disciplina. A veces nos damos cuenta de la brutalidad de nuestras observaciones a medida que las leemos, y luego tenemos la oportunidad para re-pensar lo que estamos diciendo.

Pablo comienza y termina sus cartas más difíciles con promesas del amor de Dios y del suyo hacia el pueblo. Nuestros pastores necesitan la misma promesa de nuestro amor en cualquier momento que ofrecemos consejo.

Regla Nº 3: Haga algo más que tan solo quejarse

En lugar de solo quejarme, intento proponer una solución. Quejarse sin proponer una solución (y sin estar dispuesto a ser parte de ella) es meramente volver mi irritación hacia el pastor. Y eso es injusto.

También debemos esperar un tiempo antes de hacer una crítica. Permitir que pase el tiempo entre el momento en que nos sentimos irritados y el momento de hacer nuestros comentarios puede ser un acto de misericordia.

También trato de sopesar los asuntos espirituales que surgen. Un maestro de escuela dominical que dirige la clase hacia caminos de herejía no tiene justificación; quedarse sin café entre los cultos es un inconveniente. Ya que uno es un asunto espiritual de grandes consecuencias, y el otro no lo es, deben ser manejados de forma distinta. Se pueden ignorar muchos asuntos menores.

El punto aquí es que en lugar de simplemente quejarme, propuse otra opción, y yo estaba dispuesto a trabajar en eso. Y cuando hablé, fue en privado sobre un asunto de importancia espiritual. No tengo que ser como una mascota entrenada con el fin de no quejarme. El resultado es generalmente que tengo mayor influencia que si lo hiciera de otra forma. Más importante aún, aparte del trabajo hecho juntos en ese espíritu, la amistad ha crecido.

Regla Nº 4: No busque ser “el mejor amigo”

Esto me lleva a la regla más difícil de todas: darme cuenta de que sencillamente no puedo ser el mejor amigo de mi pastor.

Muchas veces queremos ser el “mejor amigo” de nuestro pastor. Ese deseo se convierte en otra carga para él. Irónicamente, para ser el amigo de nuestro pastor lo primero que debemos hacer es renunciar justamente a ese deseo. ¿Por qué? El pastor no es el dueño de su tiempo ni de su vida. Al contrario, él tiene que tener tiempo por todos aquellos que lo buscan para encontrar guía y ánimo.

Así que si vamos a ser amigos reales de nuestro pastor, tenemos que preocuparnos más por amarlos y servirlos que por los beneficios que podemos obtener de su amistad. Demostramos amor al apoyarlos mientras mantenemos una sana relación y no demandamos demasiado de él. Necesitamos estar dispuestos a acomodar nuestros horarios al de él.

Si honramos la confianza, somos considerados, los animamos, somos fieles en oración, y deseamos el éxito de nuestros pastores, entonces seremos al menos buenos amigos. Si también compartimos una visión en común de la iglesia y podemos ser buenos compañeros, entonces podríamos terminar siendo amigos cercanos. Al hacerlo, su vida y la nuestra serán más ricas.

¿SON TUS CANTOS DE ADORACIÓN PODEROSOS?

En el ministerio de la música, los líderes deben mantener muchos aspectos en mente al mismo tiempo. A continuación encontrará una lista de control que lo ayudará a tener en perspectiva todos los elementos que fomentan la adoración y alabanza colectiva.

Texto bíblico: Apocalipsis 19; Salmos 150

En el ministerio de la música, los líderes deben mantener muchos aspectos en mente al mismo tiempo: sensibilidad espiritual, preparación personal, atención a la dinámica del grupo, selección de cánticos adecuados y un acompañamiento intenso de parte de la congregación.

He aquí la lista de verificación que utilizo para la alabanza en nuestra congregación:

1. ¿Tienen significado las canciones? Todo líder de adoración debe ser gentil e involucrar a los demás al igual que un educador. Cuando ocasionalmente introduzco una canción y describo brevemente su historia o le doy una perspectiva nueva al tema, la alabanza se hace más significativa para la congregación.

2. ¿Soy entusiasta? Quiero hacer que las personas sepan que la alabanza es agradable. La emoción es contagiosa.

3. ¿Estoy apelando a una variedad de gustos? Trato de variar mi elección de la música. Debido a que los adoradores hablan diferentes lenguajes musicales, les damos a las personas una variedad de formas para expresar su adoración. Evitamos un enfoque que sea sólo tradicional o contemporáneo. Las canciones de alabanza simples y espontáneas pueden encontrar un contrapunto poderoso en la fuerza y temple de los himnos.

4. ¿Salgo de la rutina? Quiero mantener la adoración fresca y viva. Uso el índice métrico para descubrir qué melodías familiares pueden ser utilizadas con un nuevo conjunto de palabras (o viceversa). Esa es una buena manera de introducir material nuevo y mantener la familiaridad de las personas que participan. De manera periódica le enseño a la congregación un coro que no se encuentra en el cancionero. Cantamos a capela o me siento al piano, hablo un poco acerca de la historia de la canción o enlazo el tema de la misma con el del sermón, y luego los guío a la canción. Otras veces utilizo algo visual o dramático para introducir una canción.

5. ¿Estoy explicando lo suficiente pero no demasiado? La esencia de todo arte es quedarse corto en la explicación. No quiero llamar la atención de la congregación sobre cada aspecto de nuestro programa; queremos que éste se vea como una unidad. De manera similar, no explicamos la importancia de cada canción, aún cuando la tenga. Dejamos que nuestra congregación descubra muchos de los matices de nuestra adoración.

6. ¿Estoy alerta a la energía emocional de la congregación? Continuamente monitoreo si logro crear esa zona confortable para todos, si capturo y transmito el carácter de la música, si canalizo la energía de nuestra congregación, llevando a toda la gente a una experiencia unida de adoración.

Para comentar

1. ¿Cómo equilibro la necesidad de expandir el repertorio con la necesidad que tiene la congregación de cantar canciones que conoce?
2. ¿Cómo describiría usted el ambiente de los cultos de adoración? ¿Optimista? ¿Sombrío? ¿El ambiente creado es intencional?
3. ¿Cómo podría su iglesia capturar mejor el espíritu del Salmo 150?

viernes, 3 de abril de 2009

CÓMO RECONOCER SI ES UN PREDICADOR FRACASADO

Muchos predicadores creen que sus enseñanzas no están tocando a las personas y por eso se sienten fracasados. Otros, por su parte, creen que el tener una iglesia llena es el resultado de sus sermones “exitosos”. Sin embargo, la Biblia debe proveernos del criterio para discernir lo que es el fracaso y lo que es éxito.

¡Fracaso! Qué palabra tan horrible y devastadora es esta para todo predicador que ama al Señor y vive para servirle. Es una palabra llena de impotencia y reproche. Fallar a nuestro Señor y fracasar en nuestro llamamiento es una experiencia desgarradora. Creo que a menudo la mayor parte de los predicadores sienten como si no llegaran a la altura de lo que Dios tiene para ellos. Quizá esto sea normal, y aún saludable, ya que esto los mantiene orando humillados ante el Señor suplicándole que su gracia y poder se manifiesten en sus vidas.

No es sano el criterio por el cual a menudo se evalúa el fracaso. Creo que muchos predicadores son juzgados injustamente por sus compañeros, por su congregación y por ellos mismos, de haber tenido un ministerio infructuoso. De tal modo que yo pregunto: ¿Cuándo puede considerarse fracasado un predicador? Es importante que nos hagamos esta pregunta, pues afecta el sentir de los predicadores acerca de sí mismos y sus ministerios. Solamente la Biblia debe proveernos del criterio para discernir lo que es el fracaso y lo que es el éxito.

Cuándo NO se es un fracasado

Un predicador no necesariamente es un fracasado si vive las siguientes experiencias:

1. Cuando algunas personas abandonan su iglesia. “Desde entonces muchos discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6.66)

2. Cuando son pocas las personas salvadas. “Del mundo de los impíos Dios guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas…” (2ª Reyes 2.5)

3. Cuando los problemas y las presiones parecen insoportables. “Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aún perdimos la esperanza de conservar la vida” (2ª Corintios 1.8)

4. Cuando la compensación económica es mínima y aún las cosas más ordinarias parecen estar lejos de su alcance. “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Filipenses 4.11)

Cuando SÍ se es un fracasado

Un pastor ha fracasado si ocurren los siguientes eventos, a pesar de que mucha gente vaya a escucharlo:

1. Cuando compromete su predicación para halagar a los oyentes. “Predica la palabra, insta a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, y reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias” (2ª Timoteo 4.2-3)

2. Cuando su predicación es débil y vacilante. “Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?” (1ª Corintios 14.8)

3. Cuando su predicación está carente de amor y compasión. “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe” (1ª Corintios 13.1)

4. Cuando su corazón no siente una carga por las almas. “Porque desearía yo mismo ser anatema, separado de Cristo por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne” (Romanos 9.3)

5. Cuando su predicación no dirige a la gente hacia Cristo. “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique?” (Romanos 10.14)

6. Cuando su predicación está más dirigida a parecer elocuente y atractiva que a ser receptiva al Espíritu Santo. “Ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder” (1ª Corintios 2.4)

7. Cuando se comporta de manera deshonesta con otros predicadores y sus ministerios. “Renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la Palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios” (2ª Corintios 4.2)

8. Cuando sus hijos no le respetan ni le obedecen. “Debe gobernar bien su casa, tener a sus hijos en sujeción con toda honestidad” (1ª Timoteo 3.4)

9. Cuando le da más importancia a su paga que a la fiel obediencia a Dios, y al lugar donde el Señor le ha puesto. “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1ª Timoteo 6.10)

Un fiel ministerio

Creo que muchos predicadores a los que se les tiene por fracasados se verán como siervos fieles cuando alcancemos el otro lado. Sin embargo, es triste ver a tantos predicadores que ahora están doloridos porque sienten que son fracasados. También creo que en ese día cuando el Señor revelará todas las cosas escondidas, algunos que ahora se consideran predicadores de éxito, estarán avergonzados en la revelación de la verdad.

En cuanto a lo que se refiere a los predicadores, “… se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel” (1ª Corintios 4.2).

¡APÓSTOL! ¿PARA QUÉ?

La filosofía ministerial que ha surgido de la ambición por el poder y de la fascinación por los títulos, como el de apóstol, ha provocado una estampida en las iglesias para ver quién es mayor y quién está a la vanguardia de la revelación. A luz de la teología del verdadero apostolado, el autor rescata el valor del ministerio pastoral.

¡Ya lo tengo decidido! ¡Yo no quiero ser apóstol! Lo poco que conozco sobre mí mismo me lleva a reconocer, sin falsa humildad, que no tengo las condiciones espirituales para ser uno de ellos. Además, no quiero que mi ambición por cuestiones de éxito y de prestigio, lo cual es pecado, se transforme en motivo de burla.

El apostolado se encuentra entre los cinco ministerios que Pablo describe en Efesios 4.11. No se puede negar que los apóstoles fueron establecidos, en primer lugar por Dios, antes que los profetas, maestros, operadores de milagros y sanidades, los que socorren, los que presiden y aquellos que hablan variedad de lenguas. Pero yo me conformo con mi sencilla función de pastor, pues no todos son apóstoles, no todos son profetas, y no todos son maestros o sanadores, según lo que declara 1ª Corintios 12.29. Parece no haber falta de mérito en el hecho de ser un simple obrero.

Mis escasos conocimientos de griego no me permiten grandes aventuras lexicales. Pero cualquier diccionario teológico nos ayuda a entender el sentido neotestamentario de los términos apóstol o apostolado. Según la Enciclopedia Histórico-Teológica de la Iglesia Cristiana, el uso bíblico del término “apóstol” está casi enteramente limitado al Nuevo Testamento. Aparece setenta y nueve veces en sus páginas: diez en los evangelios, veintiocho en Hechos, treinta y ocho en las epístolas y tres en Apocalipsis. Nuestra palabra española es una transliteración de la palabra griega “apostólos”, que se deriva de “apostellein”, esto es, enviar.

Aunque en el Nuevo Testamento se usan otras palabras que indican despachar, enviar, mandar a otro lugar, la palabra apostellein pone énfasis en el elemento de comisión (o encargo). Es decir, descansa sobre la autoridad de quien envía y la responsabilidad que se le ha dado al enviado. Si nos limitamos rigurosamente al término, se podría decir que un apóstol es alguien que es enviado con una misión específica, en la cual actúa con plena autoridad de quien lo envía y deberá rendirle cuentas a esa persona.

En Hebreos 3.1, Cristo es llamado apóstol. Él hablaba los oráculos de Dios. Los doce discípulos más cercanos a Jesús también recibieron ese título. Aparentemente el número de apóstoles era fijo, pues existía un paralelismo con las doce tribus de Israel. Jesús se refiere únicamente a doce tronos en la era venidera (Mateo 19.28; Apocalipsis 21.14).

Después de la traición de Judas, y para que se cumpliese la profecía, la iglesia se sintió obligada, en Hechos 1, a preservar el número. A pesar de esto, no tenemos conocimiento, al menos al estudiar la historia de la iglesia, de otros esfuerzos hechos para seleccionar nuevos apóstoles como sucesores de los que morían (Hechos 12.2). Con el pasar del tiempo ya no se podían cumplir las exigencias para que alguien fuese calificado como apóstol, si usamos el criterio del texto de Hechos: “Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado junto con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho con nosotros testigo de su resurrección” (Hechos 1.21-22). Por esta razón, algunos de los mejores exegetas del Nuevo Testamento concuerdan en que las listas ministeriales de 1ª Corintios 12 y Efesios 4 se refieren exclusivamente a los primeros apóstoles y no a nuevos apóstoles.

Pero, ¿qué del apostolado de Pablo? ¡La excepción confirma la regla! En la defensa de su apostolado, en 1ª Corintios 15.9, él afirma que fue testigo de la resurrección (vio al Señor en el camino a Damasco), pero reconoce que era un abortivo (nacido fuera de tiempo): “Yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios” (1ª Corintios 15.9). El testimonio de más de 2.000 años de historia es que los apóstoles fueron solamente aquellos doce hombres que anduvieron con Jesús y fueron comisionados por él para que se convirtiesen en columnas de la iglesia, la comunidad espiritual de Dios.

Lo que preocupa en relación con estos apóstoles posmodernos es algo aún más grave. Es un elemento que está ligado con nuestra misma naturaleza, que ambiciona el poder, que está fascinado con los títulos y que hace de esto una filosofía ministerial. Ha provocado una estampida en las iglesias para ver quién es mayor, quién está a la vanguardia de la revelación del Espíritu Santo y quién posee la unción más eficaz. Tanto es el afán por el título de apóstol que son los líderes de ministerios de gran visibilidad quienes consiguen movilizar multitudes que corren tras ellos. Poseen un perfil tremendamente carismático, saben lidiar con las masas y, desafortunadamente, poseen abundantes bienes materiales.

No, no quiero ser un apóstol, porque no deseo estar en la vanguardia de la revelación. Deseo ser fiel a la corriente principal del cristianismo histórico. No quiero una nueva revelación que haya pasado inadvertida para Pablo, Pedro, Santiago o Judas. No quiero ser apóstol, porque no me quiero alejar de los pastores sencillos, de los misioneros sin glamour, de las mujeres que oran por nosotros en círculos de oración, ni de los santos hombres que me precedieron, que no conocieron las tentaciones de los mega eventos, del “culto-espectáculo” o de la vanagloria de la fama. No quiero ser apóstol, porque no creo que necesitemos de títulos académicos para hacer la obra de Dios, especialmente cuando éstos nos confieren estatus. Por el contrario, estoy dispuesto incluso a renunciar a ser llamado pastor si esto representa una graduación y no una vocación al servicio.

No menosprecio a las personas. Más bien mi preocupación delata un profundo pesar al percibir que en el ambiente evangélico se conspira para que los hombres de Dios se sientan tan atraídos por ostentar títulos, cargos o posiciones. Embriagados por la exuberancia de sus propias palabras, creyendo que son especiales, aceptan los aplausos que vienen de los hombres y dejan de lado el espíritu que caracterizó el ministerio de Jesús de Nazaret.

Jesús nos enseñó a no codiciar los títulos y también a no aceptar las lisonjas de los hombres. Cuando un joven rico lo saludó con un “Maestro bueno”, él rechazó la interpelación preguntando: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo Dios” (Marcos 10.17-18). La madre de Santiago y de Juan pidió un lugar especial para sus hijos. Jesús aprovechó el malestar causado por esto para enseñar: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre, que no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por todos” (Mateo 20.25-28).

Los pastores se están olvidando de lo principal. No hemos sido llamados para tener ministerios exitosos, sino más bien para continuar el ministerio de Jesús, quien fue amigo de los pobres y se identificó con los dolores de las viudas y los huérfanos. Ser pastor no significa acumular conquistas académicas; no es codearse con políticos poderosos ni ser gerente de una gran empresa religiosa ni pretender las altas esferas de las jerarquías religiosas. Pastorear es conocer y vivir la intimidad de Dios en integridad. Pastorear es caminar al lado de la familia que acaba de enterrar un hijo prematuro, la cual necesita que se le consuele por medio del Espíritu Santo. Pastorear es ser fiel a todo el consejo de Dios: enseñar al pueblo a meditar en la Palabra de Dios. Ser pastor es amar a los perdidos con el mismo amor con que Dios nos ama.

Pastores: ¡no quieran ser apóstoles! Más bien busquen ser piadosos por medio de la oración. No ambicionen tener mega iglesias; más bien traten de ser hallados como dispensadores fieles de los misterios de Dios. No se encandilen con el brillo de este mundo; más bien busquen servir. No construyan sus ministerios sobre el afán por descubrir siempre algo nuevo; más bien busquen manejar con eficacia la Palabra de verdad, aquella misma que Timoteo recibió de Pablo y que debía trasmitir a hombres fieles e idóneos, los cuales a su vez, instruyeran también a otros. Pastores, no permitan que sus cultos se transformen en shows. No alimenten la naturaleza pecaminosa y terrena de las personas; prediquen el mensaje de la cruz.

Agustín de Hipona dijo: “El orgullo transforma a ángeles en demonios”. Si queremos parecernos a Jesús, sigamos el consejo de Pablo a los Filipenses: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2.5-8).